El placer de estar de pie, la conquista del espacio.
Conquistar el espacio vertical implica no sólo una maduración motriz que permita que esto suceda, sino también una sensación de seguridad interna indisociable de su entorno afectivo. Necesita de un adulto que esté presente y disponible sin intervenir directamente en la acción del niño, pero que lo anime a seguir, a mantener el esfuerzo y a compartir el placer de esta nueva competencia. Aprenden lo que tiene y no tienen que hacer para elevar el centro de gravedad y evitar las caídas.
La conquista de esta nueva posición implica también el ingreso de ese bebé al mundo de los adultos. “Estoy de pie, soy igual a ustedes, no necesito que me trasladen”.
Una segunda etapa de esta conquista se experimenta por el placer de las caídas voluntarias. Tirarse en una colchoneta, dejarse caer. Estos juegos favorecen la construcción de la verticalidad y el equilibrio. Genera placer no solo el caer sino la posibilidad de levantarse sin ayuda.
Una vez que se ha adquirido esta seguridad, comienza a disfrutarse el correr. Se amplia el espacio de acción, los primeros pasos y movimientos cerca del adulto dan paso a un mundo mucho más amplio.
En este momento, entre los 18 meses y dos años, el placer por correr es tan grande que habitualmente no se desplazan de otra manera que no sea así. Juegos con espacios muy amplios, que favorezcan este disfrute son recomendados para estos niños.
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